Llamadas locales desde el delta del Mississippi
2 de octubre de 2025

He hablado muy poco desde el fallecimiento de Emanuel, y he escrito aún menos. Han pasado 6 semanas desde que Jill y yo recibimos esa llamada por la mañana temprano, haciéndonos saber que se había ido. Ahora sé muy bien, como entonces, que Jesús es tan glorificado en la muerte como en la vida. Todavía me tranquilizan profundamente las promesas que Jesús hace, y cumple, sobre el paso de un creyente de este mundo al otro. Sonrío al saber que, ya sin el tumor bloqueándole los ojos, Emanuel ahora ve a Jesús "tal como es". - 1ª Juan 3:2.
Santa Clara, Cuba 2017
Conocí a Emanuel, de 13 años, en un viaje misionero. Había nacido con una enfermedad rara que le había provocado la aparición de un tumor de 4 kilos en la cara que ponía en peligro su vida, y el Señor me convenció de que hiciera todo lo posible para que recibiera la mejor atención médica posible. Mis esfuerzos tuvieron éxito. Las operaciones no.
Antes del fallecimiento de Emanuel, estaba en una especie de sueño, experimentando lo que "mis ojos nunca habían visto, ni mis oídos oído jamás" (1 Corintios 2:9). Tras un año de esfuerzo, nos llenamos de asombro cuando Emanuel y sus padres pudieron por fin pisar suelo estadounidense. Yo esperaba el resurgimiento de la sonrisa de Emanuel, que había desaparecido mucho antes de que él y yo nos conociéramos. Empecé a imaginar que la historia de Emanuel trascendería los partidos políticos, los gobiernos y las instituciones para lograr lo que sólo el reino de Dios puede hacer: la curación de las naciones, además de las aflicciones de un joven.
A principios de enero, todo parecía ir por buen camino. La promesa que le había hecho a Emanuel en Cuba, apenas unos meses antes, se había hecho realidad: estaba recibiendo atención médica de cirujanos de talla mundial en Miami. Su primera operación había sido un éxito y nuestros ánimos estaban por las nubes. Nos sentíamos abrumados al ver cómo CBS Evening News, CNN, Google, BBC y USA Today -entre otros- difundían, en su mayoría sin editar, nuestro mensaje de esperanza: que sólo Cristo es capaz de hacer "mucho, muchísimo más de lo que podemos pensar o imaginar" (Efesios 3:20).
